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Sueños de colores - Mi vida con ELLA
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Soñar no cuesta nada, todos tenemos unos sueños por cumplir, aquellos que nos impulsan a hacer todo lo posible para lograrlos. Hace mucho tiempo yo tuve un sueño, de esos que no se cuentan hasta que estás cerca, por miedo a no alcanzarlo. Yo soñé y mi sueño se convirtió en realidad, antes de que se hiciera real, yo me había hecho el compromiso de no parar hasta lograrlo, para ello, pensaba como si ya lo hubiera logrado, me veía en el sueño como si fuese real, empecé a verme como si ya fuera cierto, me levantaba cada día como si, me acostaba como si, comía como si. Me metí tanto en el papel, que empecé a encontrar sincronías por todas partes, cuando salía a la calle, cuando miraba la televisión, todo parecía confirmar que mi sueño se iba a cumplir, cada noticia que me llegaba de los trámites que hacía, lo veía como una confirmación de certeza. Todo en el universo parecía estar a mi favor, al menos en mi cabeza, pues mi entorno no lo veía tan claro, me decían que era una locura, que era muy difícil, bla, bla, bla. Cada pega que me ponían, yo aprendí a transformarlo en un estímulo positivo, me costó, pero como morrú que soy, me decía en mi interior “Qué equivocados están todos, sólo yo veo con claridad”. Así fui construyendo mi sueño en mi interior, poco a poco, verso a verso, hasta creer que era posible sin lugar a dudas, hasta grabarlo en mi subconsciente, hasta Ser mi sueño.

Y llegó el día en que tocó partir, las cosas iban tal y como lo soñé, más el detalle de la despedida, no lo había tenido en cuenta, y fue tan dura que me hizo dudar. Al ver a mi hijo decirme adiós desde la puerta, se me quebró el alma en cachitos, tan pequeños que apenas acertaba a recomponerla, entonces supe que sería una experiencia dura de verdad.

Entonces partí, el destino me era conocido, hacía dos años que había estado de vacaciones, me había sorprendido gratamente la forma en que se enseñaba la medicina, tomando parte desde el primer año en la práctica hospitalaria, viendo pacientes en los que veías lo que en las clases teóricas te habían enseñado. Mi destino era Cuba, ya no había marcha atrás, ya estaba volando a unos mil Kilómetros por hora de velocidad media y a 14.000 pies de altura, mi mente se serenó, me puse en modo vuelo.

Al salir del avión, me recibió un bofetón de húmedo calor con olor a gasoil, este aroma me iba a acompañar mucho tiempo.

Mi primer día en el hospital, quise elegir uno que no hubieran muchos estudiantes extranjeros, me hablaron de uno que era de los que más trabajo tenía, esa fue mi elección. El primer día que me incorporé me impactó el estado en que estaban las instalaciones, parecía que hubiesen sufrido un bombardeo, pues todo estaba literalmente cayéndose a cachos, en los baches cabía hasta un coche. Con los nervios de la presentación, se me abrieron las ganas de ir al baño, al entrar en el baño asignado para los médicos, se me cayó el alma al piso, aquello era un charco maloliente que invitaba a salir corriendo, no pude ni entrar, un compañero me dijo que mejor fuera al de administración que ese estaba muy limpio, allá acudí apremiado por las ganas de orinar, al llegar, por lo menos estaba limpio, la puerta era un pedazo de madera con dos trozos de rueda de coche por bisagras que ocultaba apenas a la altura de la cintura, vamos que de intimidad nada, me situé sobre aquella taza turca, en precario equilibrio, para no mojarme con el agua que no paraba de manar, con la cabeza girada un poco hacia atrás, por fin podría vaciar la vejiga, en esas andaba yo, cuando siento un chapoteo que provenía de la taza turca, al volver mi cabeza hacia el ruido, qué sorpresa más desagradable, ¡ una rata!, de inmediato se me quitaron las ganas de orinar y de un salto salí a escape con la cremallera baja, al salir, tropecé con una chica que iba al baño, y al gritarle, no entres que hay una rata, me miró con sorpresa diciéndome, “usted no es de aquí, verdad”, balbuceé, no, no, mientras ella se armaba con un palo que reposaba en un rincón del baño y sin dejar de mirarme apaleaba a la rata, mientras me preguntaba, de donde es usted.

Mi primer día en el hospital, me traería muchas más sorpresas, pero esas las dejo para el próximo post.